Cuando acabamos una relación
muchas veces nos golpea el pensamiento
de que hemos malgastado el periodo de vida
que compartimos con esa persona.
Parece como si, de repente,
por arte de magia,
todos aquellos momentos compartidos
que en su día nos hicieron felices,
o nos arrancaron lágrimas no valieran nada.
Se nos olvida que es en el camino en el que aprendemos,
y que no es su final el que dicta su valor,
porque al fin y al cabo éste no es más que una parte de aquel.
Y es que que el laberinto es largo,
y hay muchas falsas salidas,
pero cada una de ellas te enseña algo sin lo cuál
nunca encontrarías la luz al final del laberinto.
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Extraído de : http://enlaoscuridaddelanoche.blogspot.com/
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