En las vueltas que da la vida,
en vicisitudes cambiantes y volteantes,
me tocó un pedazo de distancia.
La distancia no me es grata, me duele, me aniquila por dentro.
No la quiero y sigue ahí.
Llena mis días de lágrimas contenidas,
mis noches de lágrimas sueltas
y sigue ahí.
No se puede luchar, mal imperturbable y perenne.
Voy a la deriva en un barco de papel,
sin velas y sin fuerzas, ahogándome en ella,
mientras ella, altiva y cerúlea
sigue ahí.
Reflexiones de diván
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